Como bien recordará amable lector, en alguno de mis posts anteriores (como quien dice: hace uhhhhhhhh!) le contaba a usted de las múltiples aventuras de los hermanitos caradura cuando se encontraban "Home Alone". Espero -y ruego al Santo Niño Petochas- que éstas historias nunca lleguen a manos del DIF o de Serrano Limón pues a lo mejor terminarían por remitir a mi señora madre -A.K.A. Mi Jefita- a algún reclusorio por efecto de las travesuras y desmadres de sus hijos, quienes siempre en pos de vencer el aburrimiento se la pasaban nomás ideando mientras su madre se ausentaba de casa.
Éste post lo dedicaré específicamente a ilustrar cómo el Oso Gummie y su servilleta en sus ratos de ocio les valió madre el no tener un título de arquitectura, mucho menos de ingeniería y le entraron a la onda de la construcción y desconstrucción de pistas, ya fueran de carreras o de aviones (misma historia que relataré en un próximo post, así como del Pearl Harbor sucedido y el incendio de una de las flotas aéreas más respetadas en los últimos tiempos).
Cuando López Mateos encargó al Ing. Gilberto Valenzuela el diseño de una pista de Carreras para la ciudad de México en 1958, nunca se imaginó que décadas después dos pinches escuincles imitarían sus pasos haciendo a un lado cualquier conocimiento arquitéctónico y que, con sólo escuetas ideas y conocimientos, crearían pistas que harían parecer a circuitos como Gilles Villeneuve, Spa Francochamps y el Hungaro Ring simples pistitas como pa correr a lo mucho karts.
Posterior al Terremoto de 1985 las construcciones ubicadas en la Ciudad de México quedaron divididas en dos grandes grupos: Las que ya no existían y las que quedaron bien jodidas. Mi casa pertenecía al segundo grupo: al de las jodidas.

El primer pasatiempo que encontramos con las paredes cuarteadas consistió en reproducir pinturas rupestres, gráficos que por azares del destino había visto en mi libro de 2do de primaria y que hacían referencia a las pinturas de las Cuevas de Altamira.
El día que las ví en cuanto llegué a casa le grité al Oso Gummie: "Hermano (NOTA: durante mis primeros años de vida ante la imposibilidad de hacerme a la idea de la existencia del OTRO, mi manera de ocultarlo consistió en degradarlo a la categoría de COSA y llamarlo no por su nombre, sino simple y llanamente como HERMANO) ví unos dibujitos en mi libro que se parecen a las rayitas (hágame el cabrón favor RAYITAS!!!....) que salieron en la pader!!.
El Oso Gummie en su carcater de Atila Valemadre, ni tardo ni perezoso tomó un marcador esterbrook en sus manos y bajo la valiosa guía de su servilleta inició la reproducción fiel de los detalles necesarios para poder poseer una obra de arte prehistórica en nuestro cuarteado hogar...

En ese instante sucedió... cuando el Oso Gummie recargó de más el marcador un fragmento de yeso se desprendió y cayó al piso: "Inguesumá, ya estamos tirando las paredes de la casa!!!" -pensé en ese momento- sin embargo y posterior a unos minutos ví que nuestra morada seguía de pie...
Al Oso Gummie le valió madre, tomó el pedazo de "Pader" y se retiró a unos cuantos metros de mí... En ese momento mi misión consistía en buscar una forma creíble y amena de culpar al Oso de tal desperfecto para evitar una de las clásicas madrizas de mi madre...
El pinche barrigón -mientras yo estaba hundido en tan profundos pensamientos- tomó el trozo de pared y se puso a continuar su obra en el piso: con el pedazo de yeso!!!... Al verlo no pude más que aplaudir su idea y llevarla aún más allá: Convertirnos en Ingenieros del Yeso e iniciar una nueva etapa de nuestras vidas como diseñadores de circuitos de carreras en el piso...
Siempre había escuchado a los comentraristas de TV referirse a las pistas de carreras como "trazados" y en el momento en que me encontraba a gatas con un trozo de roca de yeso dibujando en el suelo una curva muy parecida a "Tamburello" entendí porque le llamaban así, sobre todo porque en realidad éstos eran verdaderos trazados!!!, con yeso, pero "trazados", en el piso, pero "trazados", chuecos, pero "trazados".

Como en toda obra, siempre hay momentos en los que se piensa que no se concluirá la obra, nosotros no fuimos la excepción. Dado que el "gis" se desmoronaba y agotaba , recurrimos a la mina de la pared para extraer más; primero con el marcador, después con un tacón de mi mamá y finalmente y ya valiéndonos madre con el martillo -que he de aceptar, fue el que mejores frutos brindó- lo cual nos permitió concluir tan importante obra.
He así que convertimos nuestra casa en la mayor pista de metita del mundo... contando con excentricidades a la altura del glamour de la Fórmula 1: un túnel como el de Mónaco ubicado abajo de la cama de mis papás, un lago artificial al estilo Watkins Glen, que no era más que un hoyo en el piso resultante del efecto del terremoto en la lozeta de la casa. (He de mencionar que nosotros, siempre en busca de la perfección, destinábamos una cazuela con agua para reyenarlo en cuanto se consumiera y fuera chupado por los cimientos de la casa).
El área de Pitts gozaba de las comodidades propias del Autódromo de Malasya, incluidos padocks magistralmente armados con fichas de dominó y incluso un tablero electrónico formado por la calculadora de foquitos de mi papá...
El momento de la inauguración fue impresionante, tuvimos la presencia de pilotos de la altura de Ayrton Senna, Nigel Manssel, Ricardo Patresse, Nelson Piquet, Alain Prost, Nicky Lauda y otros, quienes a bordo de automóviles -que seguramente ni borrachos abordarían- darían espectáculo a la pléyade de Playmóviles que se habían dado cita a lo largo de la pista.
Tengo que aceptar que el Oso Gummie siempre fue más ducho en la metita, pues tomaba las curvas de una manera que el propio Sam Hornish le envidiaría y con una paciencia propia del maestro Prost, pues no le importaba tener que pasar 2 turnos esperando tomar la curva perfecta y sin salirse...

Nadie nos dijo lo difícil que es limpiar un piso cubierto de yeso, sobre todo cuando la jerga no es enjuagada y simplemente es pasada de manera arbitraria por encima de los rayones.
La limpieza no fue del todo completa y al llegar mi madre lo que encontró fué una pared desmadrada, un piso manchado de blanco (el piso era negro, así que podrá imaginarse) y a los dos krápulas con cara de "ya valió Madres"...
He de mencionar que las indagatorias no fueron amables, mucho menos la tortura para obtener información de lo acontecido, sin embargo, mi má terminó por entender que los pinches chamacos tenían aceite multigrado por sangre (además de la cabeza llena de guano)... y les dió un abrazo y un beso a cambio de no regresar al negocio de la ingeniería de la construcción de autopistas en casa...
Como siempre he aceptado, mi carnal y yo siempre fuimos unos abusivos y escudados en las ambigüedades y cosas no asentadas en el acuerdo con mi madre continuamos con nuestra carrera ahora en el patio dejando el interior de la casa para iniciar la construcción de un aeropuerto, que ni tardo ni perezoso, pronto dió de qué hablar... pero, como diría la nana Goya: "esa es otra historia"
C.