lunes, julio 09, 2007

El mar tiene la culpa...

Tiene la culpa de haberme dejado conocerte, de haberme perdido en tus ojos de miel, de haberme empujado a dejarme seducir por tu boca, por tus caricias, por tu rostro...

Tiene la culpa también de que ahora el ruido de las olas sea el equivalente de tu voz, de no imaginarlo de otra manera que no sea acompañado de tu presencia, de sentir la necesidad de regresar a él aunque sea en recuerdos cuando de tí necesito...

Tiene la culpa de tenerme ahora recordando palabra a palabra, minuto a minuto, segundo a segundo tu rostro, iluminado por la luna y tus labios, tersos y dulces embriagados de pasión y deseo...

Ahora mismo mis manos recorren nuevamente cada centímetro de tu piel y me envenena nuevamente la escencia de esa primera capa de tu ser aderezada con olor a pera. Nuevamente beso tu cuello y muerdo tus venas como un esfuerzo para no dejarte ir, para guardar ese recuerdo de tu respiración, sentir como fluye tu sangre, llevarme algo que me permita evidenciar tu presencia.

Tus ojos se posan lascivamente sobre los míos y nuestras manos parecen tener la capacidad de abarcar más espacio de lo que en realidad pueden, la respiración se entrecorta y nuestros ojos no tienen necesidad de abrirse, la vista no es necesaria, la conjunción de los demás sentidos la sustituye y le brinda un descanso.

Sigo jugueteando con tu falda, enrolando mis dedos en los pliegues de ella, acariciándote, ahogándome en tu sudor, que ya no sé si es salado, o símplemente es que te has convertido en parte del paisaje. Viajo de ida y vuelta con mis manos sobre las olas de tu cabellera y me entretengo retando a tus dientes a descargar su furia en mis labios.

La noche avanza...

Nuevamente acaricio tu cabello y acerco tu rostro al mío, no me importa hablar de más, no me importa qué pasará, tus ojos me han hipnotizado y pudieran convertirme en piedra con un parpadeo...

Con la voz entrecortada te digo que podemos empezar de nuevo, estoy seguro...

El mar, nuevamente nos ve como nuestro cómplice permanente, sólo él sabe que ha pasado, sólo él es testigo de nuestros encuentros y sólo él podría testificar lo presenciado, pero como buen cómplice se quedarà callado y dejará que los demás entes egoístas sigan inventando sus propias historias...

Poco a poco salgo del trance, poco a poco el ruido del mar se disuelve y caigo en cuenta de que he vuelto a soñar despierto, me llevo las manos a la cara para despertar completamente y no sé si es culpa del mar también, pero el olor a tí está vívido y presente en ellas...

Sin duda el mar tiene la culpa... en esa dimensión paralela donde la culpabilidad es agradecida... donde su culpabilidad debiera ser premiada... donde sin culpabilidad no sería tan feliz como lo soy ahora...

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